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Existen tantos mitos en torno a la lactancia y los hemos escuchado tantas veces que nos hacen dudar. Nos hacen desconfiar de nosotras mismas. Nos hacen desconfiar de la capacidad que tiene nuestro cuerpo para alimentar a nuestro bebé.


Pero, ¿desconfías de otros órganos de tu cuerpo? Cuando vas a tomar un vaso de agua, ¿piensas si tu riñón será capaz de filtrarla? Cuando vas a comerte un bocata, ¿piensas si tu estómago será capaz de digerirlo? ¿Verdad que no? Entonces, ¿por qué dudar de nuestros pechos?

Para poder confiar en nuestro cuerpo y en nuestra capacidad para alimentar a nuestro bebé, es fundamental saber cómo funciona nuestro pecho y cómo se regula y ajusta la producción de leche: Tras la expulsión de la placenta en el parto, se produce un baile perfecto de hormonas en nuestro cuerpo que da lugar a la Lactogénesis.

A partir de entonces, las hormonas son las encargadas de regular el mecanismo de producción de la leche:

– La prolactina se encarga de que la glándula mamaria fabrique o produzca la leche. Cuánto más alta esté la prolactina más leche producirá la glándula.

– La Oxitocina se encarga de favorecer la salida de la leche

Pero, ¿cómo sabe nuestro cuerpo cuánta leche debe fabricar?

Pues lo sabe gracias al FIL (Factor Inhibidor de la Lactancia). Se trata de una proteína que está presente en la leche materna. Cuando al bebé se le permite mamar libremente, tantas veces y tanto tiempo como necesite, se produce un vaciado correcto del pecho. Junto con la leche sale el FIL. El cuerpo de la madre detecta la ausencia de dicha proteína y esto le indica que debe producir más leche. Sin embargo, si no permitimos que el bebé coma a demanda, la leche queda retenida en el pecho de la madre y con ella el FIL. Esto le indica al cuerpo de la madre que no es necesario fabricar más cantidad.

Precisamente por este motivo, es sumamente importante que las madres sepan que la lactancia siempre, SIEMPRE, debe ser a demanda. Que permitan a sus bebés que tengan libre acceso al pecho. Es importante que sepan que la leche materna se digiere con mucha facilidad y que por ese motivo, las tomas deben ser frecuentes. Que sepan que si el bebé pide teta cada media hora, o cada hora, es normal, porque: ¡No es que tu leche no le llene, es que vuelve a tener hambre!  Recuerda además que su estómago es muy pequeñito y que se llena con mucha facilidad.

 Fíjate en esta imagen:

tamaño estómago recien nacido

Ser conscientes del tamaño de su estómago, hará que las madres estén tranquilas con la cantidad de leche que producen. La simbiosis entre el cuerpo de la madre y el bebé es perfecta. La madre produce, desde el mismo momento del parto, la cantidad que su bebé necesita y la cantidad que le cabe en su estómago.

Por eso es muy importante no hacer caso de los “opinólogos” que te dicen: las tomas deben ser cada 3 horas, si está todo el día en el pecho es que tu leche no es buena o es que porque no tienes leche suficiente…

Y también es importante recordar lo que te decía en el artículo anterior: Tu pediatra puede que ni siquiera conozca el funcionamiento de nuestro pecho y por tanto, podría darte pautas erróneas. Podría decirte que le des 15 min de cada pecho o que le des de comer cada 3 horas o que le des una “ayudita” de leche de formula si tu bebé no es capaz de aguantar 3 horas sin comer… Estas pautas pueden hacer que se produzca un desajuste entre la demanda de tu bebe y tu producción de leche.

Del mismo modo, es sumamente importante, estar muy atentas a las primeras señales de hambre en el bebé, para ofrecerle el pecho, en cuánto las detectes. ¿Cuáles son estas señales?

SEÑALES TEMPRANAS: Un bebé nos dice TENGO HAMBRE cuando empieza a moverse, cuando abre la boca y mueve la cabeza a los lados buscando el pecho. Esto pueden hacerlo estando aún medios dormidos.

SEÑALES INTERMEDIAS: Nos dice TENGO MUCHA HAMBRE cuando comienza a estirarse o a moverse y cuando se llevan las manos a la boca.

SEÑALES TARDÍAS: Un bebé que llora, que agita todo el cuerpo y que se pone rojo nos dice que ESTÁ DESESPERADO POR COMER.

Tiene tanta hambre que se irrita y se pone nervioso. Este mismo nerviosismo le impedirá agarrarse del pecho aunque se lo acerques o aunque tú misma se lo introduzcas en la boca. Está desesperado por comer, pero en ese estado es incapaz de mamar. Si llegas a este punto, lo primero que debes hacer es calmarle, cogerle en brazos, hacer piel con piel, hablarle, mecerle… y una vez calmado ofrecerle el pecho.