¡La lactancia NO DUELE! Este mensaje debe estar grabado en la mente de toda madre que desea lactar. Dar el pecho a nuestro bebé no produce dolor ni malestar. Si sentimos dolor al amamantar, es un indicativo de que algo va mal, exactamente igual que ocurre con cualquier otra parte de nuestro cuerpo.
Podemos ilustrarlo con el dolor que sentimos al ponernos un zapato nuevo. Seguro que alguna vez te ha pasado esto:
“Te compras un zapato nuevo y estás loca por usarlo. Te lo pones y, allá vas, dispuesta a dar un largo paseo o incluso: ¡a bailar!
El zapato es tan mono, y tan ideal, que ni se te pasa por la cabeza pensar en que podría hacerte daño.
Al cabo de un par de horas, empiezas a sentir dolor en la parte superior de tu talón. El roce del zapato cada vez te molesta más y más, así que necesitas encontrar una tirita rápidamente en tu bolso… Pero no, esta vez no llevas tiritas… No te queda otra que aguantar… Pero sabes cuál será la consecuencia: ¡Una ampolla, una gran y dolorosa ampolla en tu pie!”

La ampolla se genera debido a la presión y, sobre todo, debido a la fricción mantenida durante un tiempo. Si llegados a este punto, no retiras el zapato y continúas aguantando el dolor, la ampolla “se romperá”. La piel superficial que la recubre desaparecerá dejando al descubierto la piel que está debajo. Esta piel es muy sensible. Andar así será muchísimo más doloroso y sabes que ese dolor irá en aumento en cada paso. ¡¡El roce del zapato finalmente te resultará insoportable!!
Con las grietas del pecho pasa exactamente lo mismo: si sentimos dolor en una toma el pezón se pondrá sensible, si aguantamos el dolor toma tras toma, la presión y fricción mantenida de la encía de nuestro bebé en el pezón acabarán generando una grieta, o peor aún, una herida que será muchísimo más dolorosa, una herida que podría hacernos pensar y sentir que la lactancia es algo insoportable, algo muy doloroso… Podría llevarnos a sentir miedo de que llegue el momento de la toma porque “no podemos aguantar más el dolor”…

¿CÓMO EVITARLAS?
La clave para evitarlas es conseguir un buen agarre del bebé al pecho. Pero, ¿cómo es un buen agarre? Fijate en la siguiente imagen:

A continuación, te detallo cuáles son los indicadores de un buen agarre:
- La boca está totalmente abierta
- Los labios están evertidos (“Boca de pez”)
- Los cachetes se ven redondeados y no se hunden con la succión
- No se oyen chasquidos
- El pezón y la mayor parte de la areola están dentro de su boca
- El mentón está bien pegado al pecho
- La nariz está bien pegada al pecho (Si al pegar la nariz se despega el mentón, nos quedaremos sólo con el mentón).
Además de fijarnos en estos detalles debemos asegurarnos de que la posición del bebé es la correcta. La cultura del biberón está tan arraigada en nuestra sociedad que afecta incluso a la forma en la que colocamos a los bebés al pecho.

Esta postura NO nos vale para lactar. Sería extremadamente incómodo para el bebé comer mirando hacia un lado, y muchísimo más, tragar en esta postura. ¿Has probado alguna vez, a beber agua de esta forma y tragarla? Yo sí, y te aseguro que es incomodísimo. Sin embargo, si colocamos el vaso de frente a nuestra boca, y extendemos el cuello para tragar, mirando hacia arriba, es muy fácil.

Por eso, debemos colocar a nuestro bebé de frente al pecho con su cabeza colocada en nuestro antebrazo, de modo que el pezón quede a la altura de su nariz. Así, al comer y tragar, tendrá su cuello hiperextendido. Esto facilitará en gran medida conseguir el agarre correcto y la transferencia de leche.

Para enfrentarlo al pecho, además, es importante fijarse en la inclinación que tiene nuestro pecho. Debemos trazar una línea imaginaria que vaya de nuestro pezón a su coronilla.

A pesar de conocer todos estos aspectos en los que debes fijarte, es probable que te cueste conseguir el agarre ideal, y, sobre todo, el agarre sin dolor. Para ello, sólo te puedo recomendar que practiques, practiques y practiques, y que NUNCA, NUNCA, NUNCA, aguantes el dolor. Si te duele el agarre, saca cuidadosamente el pezón de la boca de tu bebé (rompe el vacío introduciendo tu dedo meñique en su comisura) y empieza de nuevo.
Para practicar, y practicar, es importante ofrecer el pecho ante las primeras señales de hambre. (Podrás ver cuáles son esas señales aquí: Confía en tí misma) Esto es muy importante, ya que si esperas a que tu bebé tenga mucha hambre se enfadará cada vez que saques el pezón de su boca, llorará muchísimo, ambos se pondrán más nerviosos y les costará mucho conseguir un buen agarre.
Si a pesar de intentar todo esto que te cuento, aparecen las temidas grietas te recomiendo que tengas el pecho al aire el máximo tiempo posible y que apliques unas gotas de aceite de oliva. En caso de que sean heridas sangrantes podrías aplicar un poco de Clorhexidina. Es importante no aplicar nada más: ni tu propia leche, ni cremas o unguentos, y mucho menos lanolina, ya que la herida podría macerar. Recuerda que la clave para curar las grietas y prevenirlas es corregir el agarre.

En ocasiones, poner todo esto en práctica no es suficiente para conseguir un agarre sin dolor. ¿Por qué? Porque puede aparecer otro obstáculo que nos lo dificulte en gran medida: Un frenillo lingual corto o anquiloglosia.
Te cuento mucho más sobre este obstáculo en la próxima entrada.